En estos días le preguntaron a una amiga mía a que se dedicaba, ella, con una naturalidad envidiable respondió “soy felizmente mantenida” es la primera vez en mis 53 años de vida que escucho una respuesta tan despojada de miedo y de culpa de boca de una mujer, porque siempre recuerdo a las mujeres que tenían que responder que eran amas de casa bajar la cabeza avergonzadas, casi como disculpándose por no tener un “trabajo”. Estoy convencida que aunque la liberación femenina se rasga las vestiduras por la autonomía y la independencia, dentro de cada mujer yace una mantenida frustrada por no poder reconciliar su idea de libertad, con ese deseo de encontrar un proveedor que se haga cargo de las responsabilidades económicas mientras se ejercitan como madres, disfrutando de sus hijos y construyendo una vida social que les permita también educarlos en ese ámbito, ya que este tipo de educación se ha delegado más a los colegios que a la familia, de ahí que, sobre todo en Estados Unidos los niños llegan a una edad en donde ya no quieren saber nada de su familia; y se lanzan a los brazos de los amigos como si en ellos hubieran podido encontrar finalmente esa calidez familiar que nunca tuvieron en casa, por algo al grupo de amigos le llaman “la familia elegida”
Como ella, conozco muchas mujeres “mantenidas” es decir que sus parejas las han apoyado en su propósito de ser madres y lideres de hogar, pero que cargan con mucha culpabilidad por no ser “productivas” fuera de casa, incluso sin necesitarlo, y teniendo una solvencia económica, las veo padeciendo por no ser como esas súper mujeres que tienen hijos, que se levantan a las 5 am para arreglar a sus niños y arreglarse ellas, dejar a los niños en la guardería y la escuela, cumplir horario en una empresa y al final del día salir extenuadas a recoger a sus hijos y llegar a casa a seguir trabajando en las labores del hogar. Lo curioso es que muchas de estas mujeres que decidieron ayudar a sus esposos en la manutención del hogar, son las mismas que enfrentan problemas de infidelidad, donde el problema mayor no es que el señor comparta su cuerpo con otra mujer, sino que comparte su economía, con lo cual terminan las esposas patrocinando de alguna forma la libertad sexual de ellos.
A estas mujeres les digo que lancen la culpabilidad al cesto de la basura, que el trabajo en casa es exactamente el mismo que se hace como empleada, que las mujeres que trabajan fuera no son mejores que ellas, sino que decidieron tener dos empleos, y recibir sueldo por uno a falta de no ser remuneradas por el más difícil y de mayor responsabilidad. Les digo que si encuentran un buen proveedor no se dejen llenar de regalos frívolos, sino que hagan convenios que beneficien a la familia y a su salud, que el dinero de regalos innecesarios lo inviertan en mantener una casa y ahorrarles el trabajo de tener que seguir trabajando fuera, que trabajar fuera cuando se tienen los recursos para quedarse cuidando los hijos no es independencia, es la mayoría de la veces temor a ser abandonadas y quedarse con las manos vacías, pero que para eso también hay opciones.
Nos urge una verdadera legislación que vele por los intereses de la familia, no una legislación de doble moral que supuestamente vela por la seguridad del menor, pero que por otro lado tiene estructurado un sistema aparentemente sin escapatoria para que crezcan solos.
Y a las mujeres que se consiguen esos tipos ultra generosos que les dan dinero para remodelar el cuerpo y para cargar encima cuanta marca existe en artículos innecesarios, les digo que, abran los ojos y miren las verdaderas motivaciones por las que los hombres gozan de este tipo de generosidad, detrás de la cual siempre hay un hombre controlador que quiere comprar tu voluntad y hacerte cada vez más dependiente de él. De lo contrario ¿porqué no te compran una casa? (los hay, pero escasean) pues porque siempre temen que si te regalan un bien que sea utilizable a largo plazo, lo disfrutes con otro que no sea él. El hombre se asegura su propia supervivencia en la vida de la mujer con una generosidad ambiciosa en la cual sea más beneficiado él que ella. Así que si vas a ser mantenida, no sientas culpa, disfruta de ese bien en vía de extinción del cual disfrutaron nuestras abuelas que cual matronas construyeron emporios familiares sin culpabilidad alguna.