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Articles from May 2017

Published May 30, 2017

SOLITUD.

Los adultos siempre se quejan de la soledad, lo hacen como si sólo ellos la padecieran, rara vez uno escucha a un adulto hablar de la soledad de los niños, debe ser porque los niños no nos quejamos de estar solos, de sentirnos solos y de todo lo que la soledad significa para alguien a tan temprana edad. Hoy hablaré de la soledad de los niños, en primera persona, porque fui una niña solitaria y aunque en aquella época la padecí y la sufrí hoy en día cuando me encuentro con esa pequeña asustada y llorando su soledad, puedo abrazarla no para consolarla, sino para felicitarla por la manera tan valerosa como ella gestionó aquellos años de soledad.

Mi madre trabajaba de profesora tiempo completo, después del trabajo siempre había cosas que hacer en la escuela, por lo que su jornada de trabajo con frecuencia se prolongaba un par de horas más, mientras tanto yo estaba sola en casa, haciendo la cena para las dos, la cual aprendí a preparar desde los 7 años de edad, quizá antes, asumí a temprana edad la responsabilidad sobre mis tareas escolares y sobre las labores del hogar por lo que luego de mis tareas lavaba los platos y trataba de tener la casa limpia para que mi madre no tuviera mucho trabajo cuando llegara a casa. Esas horas sola, las resentía, me pesaban, se me hacían eternas, buscaba desesperadamente la compañía de mis amigas que vivían cerca, pero ellas casi nunca abrían las puertas de sus casas para mí, porque estaban ocupadas compartiendo con su entorno familiar, eran círculos familiares muy cerrados a los que difícilmente alguien más podía entrar, eventualmente una vecina me hacía el favor de dejar una ventana abierta para que desde ahí yo pudiera ver a “Sandokan” la única serie de televisión de la que tenía conocimiento, junto con “Concéntrese”

Los primeros días de vacaciones eran los más difíciles, pues antes de que mi madre me llevara a pasar las vacaciones en casa de mis tías en otro pueblo, debía permanecer en casa durante todo el día sola, sin comprender porque si los alumnos estábamos en vacaciones las profesoras no. La peor parte era cuando mi madre debía viajar a Medellín (la capital) y no teniendo con quien dejarme, me quedaba sola en la casa, algunas veces una compañera de trabajo de ella solía venir a dormir en casa conmigo, para “cuidarme” pero era una mujer fumadora que tenía un tufo de 40 años de humo de cigarrillo que se me hacía insoportable, a pesar de que dormíamos en camas separadas, yo podía sentir su mal aliento desde mi cama y sus ronquidos no me dejaban dormir. Cuando la mujer fumadora no me acompañaba, pasaba las noches sola en casa, pero no conseguía conciliar el sueño, pasaba la noche en vela cuidando de mi misma porque temía que si me dormía un ladrón o alguien entraría a la casa a lastimarme y me tomara por sorpresa, necesitaba estar alerta para enfrentar cualquier peligro.

Esta soledad fue muy difícil para mí, porque a diferencia de la que padecen los adultos que procede de carecer del calor de otro cuerpo en una cama, o de las palabras de amor de otro que les reafirme que son interesantes guapos, y deseables, la mía era una soledad de impotencia, de no tener alternativa, de no sentirme segura y de no saber si yo podía hacerme cargo de mi propia supervivencia en un momento de crisis, fue vivir una infancia en completo pánico, sintiendo que nadie se interesaba por mi bienestar, excepto mi madre, pero que sus herramientas para propiciarme ese bienestar estaban limitadas. Esa soledad era peor, porque yo no tenía con quien molestarme, ni a quien culpar por lo que me estaba pasando, algo que quizá debió ser saludable, yo sabía y siempre supe que mi soledad era parte de mi destino, que era lo que me tocaba vivir, bien fuera por la voluntad de un Dios al que cuestionaba todo el tiempo, pero de cuya existencia todo el mundo parecía estar seguro, o bien fuera porque como decían aquellos libros de reencarnación que leía, en otra vida no había sabido apreciar la compañía y ahora debía conocer el rostro de la soledad para equilibrar mis cargas karmicas.

Todo eso me fue dando poco a poco el valor para buscar mis propias válvulas de escape, la lectura fue el más grande refugio que pude tener, leer libros en las noches en que velaba mi propia vigilia, me hacía tener la falsa sensación de compañía, aquellos personajes de los libros eran mis invitados nocturnos. Con el tiempo mi madre se hizo a un pequeño radio transistor color marrón de cuero, que jamás olvidaré y ese radio fue mi mejor amigo por muchos años, entonces me hice adicta a las radionovelas y a cuanto noticiero y programa de radio daban, tanto así fue que cuando muchos años después conocí al verdadero protagonista de “Arandú el príncipe de la selva” me eché a llorar, no por fanatismo, sino porque Arandú era transmitido a las 6:00 pm esa hora en que la noche está venciendo al día y que a mi se me antojaba tan temerosa porque la oscuridad siempre me ha parecido cómplice de las catástrofes, pero ahí siempre estuvo el príncipe de la selva dándome el valor que a él parecía dársele con tanta facilidad.

Debí escribir no sé cuantas cartas al programa “buenas tardes doctor” con falsos problemas sólo por el placer de escuchar mi seudónimo “florecita solitaria” en la radio y sentirme importante, haciendo así mis primeros pinitos en ensayos de dramaturgia. También le escribía cartas a un astrólogo que vivía en Itagüí y el que me respondió regalándome una consulta gratis cuando visitara a Medellín. Un día mi madre me llevó a verlo y recuerdo que sólo con mirarme me dijo que yo tenía a Marte mal ubicado y que mi padre debía tener muchos problemas, mi madre me lanzó un codazo llamándome al orden, suponiendo que yo lo había enterado de nuestro drama familiar; y al salir de allí la antojada de la carta astral ya era ella, era tan acertado que le predijo a mi madre un abuso que se cometía con una de sus hermanas del que nadie sabía y que lo supimos gracias a él. Y finalmente cerraba la noche con “la ley contra el hampa” que era a las 11 pm un pésimo horario para escucharlo cuando estaba sola, porque entonces me volvía más paranoica, aunque la justificación que me daba a mí misma, era que si conocía como actuaba el “hampa” sabría como defenderme, de ahí salió mi pasión por ser detective privado, otra profesión que postergué para mi próxima vida.

Cuando menos pensé mi soledad se había llenado de compañía, tanta que cuando mis amigas venían a buscarme para jugar, yo ya tenía mi tiempo programado y me rehusaba a jugar, empecé a preferir la soledad sobre la compañía, mi cultura general era mucho más grande que el promedio de mis amigas, que ni siquiera sabían de la existencia del astrólogo, y que no sabían que significaba la palabra reencarnación. Así conquisté la soledad y me convertí en una niña más equipada para enfrentar lo que vendría cuando entrara a la adolescencia. No me puedo quejar, porque desde muy niña hice de una situación difícil, todo un altar y un tributo a mí misma, aprendí a disfrutarme más y a necesitar menos de los demás, por lo que cuando buscaba a mis amigas, ya no era para no estar sola, sino para disfrutar de su compañía.

Quizá a los adultos que se quejan de la soledad les vendría bien hacer lo mismo, quizá deberían empezar por tener sexo con ellos mismos y usar ese tiempo para auto explorarse en aras de ser mejores compañeros sexuales para el otro, quizá debieran beber más vino solos y escuchar sus pensamientos, escribir sobre ellos, ver películas apasionantes, salir a cenar solos, tomar un baño de espuma solos, hacer un viaje al mar solos, y perderse en la vista de un mar majestuoso en la mejor compañía del mundo: la de ellos mismos. Quizás entonces cuando busquen pareja no estarán buscando alguien que llene un espacio en su soledad, sino alguien a quien darle lo que ya saben darse a si mismos, amor y compañía.

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Published May 16, 2017

EN LAS REDES SOCIALES SOMOS MÁS SINCEROS AÚN SIN QUERERLO.

Las redes sociales llegaron y cambiaron el rumbo de la actividad social, al punto que hoy en día sabemos más de los amigos virtuales que de los compañeros de trabajo, anteriormente a uno le tomaba su buen tiempo conocer a alguien y desilusionarse de las amistades, quizá por eso las amistades duraban toda la vida, es más fácil ser amigo de alguien a quien se cree conocer que de alguien a quien se conoce realmente, eso era porque el tiempo que se compartía con los amigos estaba reducido a encuentros ocasionales y a celebraciones. Ahora uno se familiariza más rápido con las amistades a través de Facebook, porque todos los días estamos expuestos a lo que sienten, piensan y dicen, hasta sabemos lo que hacen cada día, si van de vacaciones si tuvieron logros, si están tristes, enfadados o frustrados, anteriormente estas vivencias eran resumidas en anécdotas que nos contaban los amigos cuando nos encontrábamos, y esas anécdotas ya tenían el filtro de la necesidad de probación y la mágica belleza de la narrativa. Ahora basta con echarle una mirada al perfil de nuestras amistades y uno descubre sus pequeños infiernos escondidos detrás de cándidas publicaciones y de causas nobles por las que luchan, uno ve un ser diferente al que reposa en nuestros ideales dibujado en su más cruda realidad a través de sus inocentes publicaciones, entonces todo aquello que creíamos tener en común con esa persona se revela como ese ideal que tenemos de que nuestros amigos sean lo que necesitamos no lo que ellos realmente son.

Esto desmitifica aquello de que las redes sociales sirven para mentir y moldearnos en aras de obtener aprobación,  la verdad es otra, las redes sociales proporcionan un grado de intimidad pública que hace imposible mantenerse mintiendo por mucho tiempo, ya que no nos comunicamos sólo con lo que decimos que somos, en realidad nos comunicamos más con lo que no decimos, o con lo que decimos tácitamente representado en cada publicación, que si sabemos darle una profunda lectura nos revela mucho de los demás: las causas con las que simpatizamos, los likes que le damos a las publicaciones de los demás,  las imágenes que compartimos, los textos y los videos que publicamos, todo lo que nos despierte simpatía o antipatía en las redes sociales grita más fuerte que nosotros.

Por eso cuando conocer a un amigo, novio o amante por medios de las redes sociales se convierte en desencuentro, no podemos culparlos, porque si hay alguien responsable somos nosotros que no supimos leer todo lo que el otro nos trasmite a través de su página, hasta los amigos que uno tiene en su red social hablan de uno, porque son nuestra elección. En este orden de ideas pienso que quienes no gustan de redes sociales tienen mucho que ocultar o quieren mantener sus sombras bien guardadas.

Las redes sociales no son algo nuevo, siempre han estado ahí en el vientre de la sociedad luchando por salir a la luz y brillar como lo están haciendo ahora , durante mi adolescencia recuerdo haber comprado la revista TU y otras como Vanidades donde había una página de contactos, en donde uno se anunciaba con el deseo de conocer a alguien por correspondencia , se publicaba nuestra dirección para que le escribieran, los más cuidadosos se hacían a un apartado aéreo para recibir su correspondencia, yo recuerdo haber alquilado un apartado en las oficinas de Avianca frente al parque la María en Cali, no por precaución, sino porque donde vivía no llegaba el cartero. Ante mi mala fortuna con los hombres pensé que sería buena idea buscar novio por correspondencia, me intercambié cartas durante 9 meses con Andrés, un cartagenero de 33 años mientras yo sólo tenía 17, cuando me envió su primera foto no me gustó físicamente, pero las mujeres siempre tenemos la ilusión de que el hombre consiga que lo veamos guapo llenándonos de atenciones y yo asumí ese margen de error.

Cuando viajó desde Cartagena a conocerme, la cosa empeoró, él no sólo no me atraía, sino que teníamos intereses personales muy diferentes y su estancia en Cali se convirtió para él en una perfecta oportunidad de hacer turismo y nada más. No obstante no fue el único hombre con quien establecí relación por correspondencia, de hecho creo que he sido mejor conquistando con la palabra escrita que por amor a primera vista. Estoy segura que si en aquel entonces hubiera existido Facebook y hubiera conocido a Andrés por ese medio, se habría podido ahorrar el viaje a Cali para conocerme, porque no hubiéramos tenido la oportunidad de idealizarnos el uno para el otro por escrito, sino que hubiéramos descubierto que nuestros pequeños demonios no eran compatibles.

Así que no seamos tan camanduleros satanizando las redes sociales y las relaciones que nacen de ellas, que peligros siempre han existido, pero no es el medio quien genera el peligro, es uno mismo que por necesidad de tener a alguien decide cerrar los ojos ante lo evidente, por algo dicen que el amor es ciego, aunque a decir verdad el ciego es uno.

 

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Published May 1, 2017

¿QUIÉN DEBE PAGAR LA CUENTA EN LA PRIMERA CITA?

Desde que me separé en el 2011 he tenido pocas citas, la mayoría de los cortejos vienen de otros países vía facebook a quienes  no he flechado yo sino las fotografías que hay de mí en la página, suena triste pero a eso está de alguna manera reducida la actual actividad sentimental en la vida de las personas. Suelo descartar este tipo de cortejo porque no estoy dispuesta a viajar largas distancias para reunirme con el futuro bisabuelo de mis bisnietos que vendría siendo el hombre que me acompañe en este momento de mi vida. Y es que cuando una es mujer soltera e independiente financieramente viviendo en un país extranjero es difícil saber si el interés del tipo es por las fotos, o si lo más atractivo es nuestro estatus legal, siendo realistas lo segundo pesa más que lo primero, eso lo sabe uno cuando lee el gastado discurso de los tipos que no dista mucho del que usaban cuando tenían 25 y estaban conquistando jovencitas de 15, sólo que a los 15 años una apenas está haciendo estadísticas de cuan bella se es con cada piropo que recibe, pero a los 50 ya las cifras estadísticas están establecidas y ese es el último dato que una quiere recibir en un cortejo.

 

Están las citas en vivo y en directo que representan un porcentaje tan pobre que es mejor no mencionar. Algunas de estas citas son golpes de suerte en la red, es decir tipos que coincidencialmente viven en la misma ciudad de uno y luego de visitar nuestra página de facebook nos invitan a salir, cosa que se acepta luego de un minucioso seguimiento de al menos dos semanas en facebook para ver en que anda el sujeto. El encuentro suele ser lo más parecido a un aterrizaje forzoso si tenemos en cuenta que la mayoría de los tipos después de cierta edad suelen poner como foto de perfil, la mejor foto que les tomaron una década atrás, una ya está montada en la escena de la película con un tipo cuarentón de cabello cano, rostro interesante, bien cuidado y medianamente atlético cuando aparece alguien que uno sospecha es el padre del prospecto, para después darse cuenta que es el mismo pretendiente con el peso de la ultima década y sus consabidos divorcios y desencantos amorosos.

 

No sé ustedes chicas, pero a mí no me resulta nada interesante ni atractivo compartir heridas de guerra sentimentales con un tipo que acabo de conocer, me interesa poco su pasado, porque a lo que aspiro es a su futuro, por eso las conversaciones históricas sobre su largo historial sentimental me apagan el fuego y terminan haciendo el mismo efecto que hacen los cuentos nocturnos de hadas en mis nietos.

 

Tampoco disfruto los interrogatorios, me gustan más las conversaciones que convergen en temas de interés común en donde cada uno expresa su punto de vista y nos permite saber con antelación cuales serán las diferencias que tendremos que abrazar, si es que la relación avanza. Y no vamos a hablar de los que usan la cita para quejarse de su inestabilidad laboral y económica, esos son los que yo llamo auténticos espanta mujeres. Señores, aunque estén dependiendo del gobierno para sobrevivir, hay cosas que no se discuten con la persona que se acaba de conocer, pero sobre todo con la dama que ustedes desean como compañera sentimental.

 

Aunque fui educada para ser atendida por los hombres, eso es historia patria porque en esta época eso es más una utopía que una remota posibilidad, es por eso que uno ya sabe que todo lo que pide durante la cena será pagado por una. Como recuerdo en ese momento a mis congéneres que se alzaron el vestido y declararon la famosa liberación femenina, nunca se les pasó por la mente que la liberación femenina implicaría trabajar más, ganar menos, estar más cansadas y renunciar a la galantería para que ellos nos hicieran lo mismo que nos hacían antes, es decir el amor.

 

Aunque me considero moderna, reconozco que el tipo que paga la cuenta que abre la puerta del auto, que luce su mejor traje para salir con nosotras, se perfuma, cuida sus modales y paga la cuenta lleva las de ganar al que expone los modales contrarios sólo porque reconoce nuestra fortaleza femenina, nos sabe inteligentes, maduras, independientes financieramente y no quiere vulnerarnos haciéndonos sentir unas pobretonas que no tenemos con qué pagar la cuenta.

 

Con todo esto ando un poco perdida respecto al rol masculino ¿deben ellos seguir pagando al menos la  cuenta en la primera salida? ¿debemos pagar nosotros nuestro consumo como muestra de “liberación” o debemos pactar eso antes de salir en la primera cita? lo cual pienso, le quita cierto romanticismo al asunto. Personalmente creo que esto no tiene nada que ver con solvencia económica, ni con liberación femenina y si en cambio con uno de los roles masculinos y que pesa mucho, así el feminismo no lo conciba, las mujeres necesitamos seguridad bien sea afectiva o material, cuando no es que necesitamos ambas, independientemente de que tengamos nuestra estabilidad económica, saber que nuestro compañero también la tiene nos hace sentir más relajadas, más atraídas y sobre todo despierta  nuestro nivel de admiración por el individuo, por lo tanto tener atenciones con las mujeres que impliquen inversión económica no tiene que estar relegado sólo a un interés expreso en llevarnos a la cama esa misma noche, sino que es una señal inequívoca de que ese hombre está bien relacionado con su rol masculino. Que nosotras aceptemos esa galantería no significa que somos sumisas y dependientes, significa que también estamos en paz con nuestro rol femenino.

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